"Lo que tú quieras", biografía ilustrada de Montse Grases.
Romeria al santuario 1878
1. 1725
•SSS^SMS'.SSS'S^S^S'S^SSSSS
mm-
' Á PEREGRINACIÓN
AL SALÍENT
E N 18V8.
o SIÍA
LA VIRGEN MARÍA
TBÍUXFAXDO DE LA IMPIEDAD
V DEL I^ÍDIFEHEMISMO RELIGIOSO.
POK E . A. VUESIíÍTERO.
t -
•I
ALMERÍA.—1879.
Imprenta del Comercio,
Calle de Maiin, r.üin. 10.
iJ^f•^^J^•i^^J^^f^•víM^v.^XJ^J^J^XJo^r^M>J~^f^'^^^
2. <i- 1725-/Í
LA PEREGRINACIÓN
AL SALIENTE
EN 1 8 7 Í I .
O SEA.
LA YÍRGEN MARÍA
TIULXFANDO DK LA IMPIEDAD
Y DEL INDIFERENTISMO RELIGIOSO.
P O R E. A. P R E S B Í T E R O .
-Ci . > ^ - . - .
ALMIÍRIA.—1870.
IMPRENTA BEL COMEHCiO,
('AI.LI: J)K ]*JAUI.. ^hu 10.
yY Vv| o ¿tY^t'¿o ^-ó Ll
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4. dxtm. i limo* %x:
líe^eido y examinado con grandísimo placer « L A P E R E -
GRINACIÓN AL SALIENTE'EN 1878, d &m. LA VIRGEN SANTÍSIMA
TRIUNFANDO DE LA IMPIEDAD Y DEL INDIFERENTISMO RELIGIO-
SO,» y lejos de encontrar algo que desdiga del noble oijeto á
que esta olrita se destina ni que se oponga al dogma y fé
eristiana, jmrece por lo contrario, que se revela en ella la
acrisolada piedad del atitor, asi como que por los elevados
sentimientos de Catolicismo que encierra, podrá servir de po-
deroso estimulo á los devotos de Maria Inmaculada para
honrarla^ con mayor fervor y aumentar el fuego de su filial
amor.
Por otra parte, la ohrita revisada añadirá una gloriosa
página á la historia de la religión, porque siendo ésta como
dice ten escritor alemán (),«la verdadera historia de la hu-
manidad, porque por la religión las diferentes familias hu-
manas se dirigieron á conocer á Dios y acercarse á JE I por el
conocimiento y el amor,)> confrma el trabajo del autor el no-
ble sentimiento cristiano que en los pechos de los fieles hijos
de Almeria y su Diócesis se encierra. QuierM el Sefior bende-
cir al autor por el f.n que se ha propuesto, y otorgar á
V. E. I. dilatados años de vida para procurar la gloria del
mismo Dios y bien de la grey que está encomendada al celo
de V. E. I.
Almeria 25 de Julio de 1879.
HERMENEGILDO JACAS S . J .
(1) Muller. Ensayos L. 1.
5. Mo§ íl 3íiM^S>00iMm^ ^l^^i t) Cantón,
POR LA-GRACIA DE DÍOS Y DE LA SANTA SEDÉ APOS-
TÓLICA, OBISPO DE ALMERÍA, ETC. ETC.
^íuñi' lev ^x^íyeutej>j 'u - p e e *
5Lo5
ciiX' K)Cí,x-ev cm,<¿;> piicd¿u AAÁ/BXAMÍ'C^(Í? U
mxvlíccí/CAej' leu o^'oíbóu íittitu£<xí^íu: «jUx»
^ie^oa^vvuxucíoiv <xí 0<xXieJv><2J> cu/ 1 8 7 8 , ó
óeiu, Leu Uix.ac'W 0<xivbídviuco tx-íiHASaUyóo
Vil? i<x i i i t m e o a d i* úet íu.oVUveA^ÁA'wu> x^c-
ihu' v>üj <Á4^o eccauAyíriccdcc, u no cou^ieu^
óeauT) ux oerjMJLAAX, COÍKX CíXcAA/tnco con/tt-a^
•titx al Zo^vuix xp AA.tcX'Oii^ CXÁÓÍÍCWUÍA.
0Llt4j^xÁcv 2 6 i^ ^uXlo 2kj> 1 8 7 9 .
José 3faria. Obispo de Almería.
.Por mandado de S. E. I. el Obispo mi Señor
D r T> A n t o n i o V a l l e s . ¿
Canónigo Serio.
6. AlExcmo/éUtmo. Sr. Dr. D. José María
. Orberá y Camón, Obispo de Almería, Se-
nador del Reino, etc.
LA peregrinación al Saliente será ima de las mas bellas página»
que se escriban en la historia del Pontificado de V. E. I. Con este
acontecimiento, verdaderamente notable, habéis demostrado una
vez mas el vivísimo interés y laudable celo que os anima en pro-
mover y fomentar el culto y devoción á la Santísima Virgen.
El éxito ha coronado vuestros esfuerzos: Dios lo ha bendecido
desde el cielo: la Reina de los Angeles ha coaquistado un nuevo
triunfo en la tierra: los pueblos de vuestra Diócesis han dado la
prueba mas elocuente de veneración y amor á la bendita Madre
de los Desamparados.
Á muchas consideraciones se presta el*hecho religioso de mas
celebridad, que hemos pre^eneisKio en Duestros dias, y tanto es
mas memorable, cuanto mas de lamentar y sentór esned íuaa^to
estravío que han introducido en nuestra patria los perniciosos
errores de la civilización moderna. Apesar de todo, al recojer al-
gtmas observaciones, que tienen íntimo enlace con la materia
principal de estos pequeños apuntes, permítasenos abrigar la es-
peranza de que la devoción á la Muger vencedora de todas las
heregías^ vencerá también la impiedad y la indiferencia de los
tiempos modernos.
Este, al menos, es el mas ferviente deseo, que abriga al dedi-
caros este desaliñado trabajo.
EL AUTOB.
7. CAPITULO I.
IIACE poco mas de ciento setenta años que un varón, emi-
nente por su ciencia y notable por su santidad, escribía sin
pensar acaso en que vaticinaba. «Por medio de la Saítitisima
»Virgen vino Jesucristo al mundo, y por medio de Ella ka
»de reinar en él... Por Maria comenzó la salvación del mun-
»do, y por ella debe consumarse... Por esto quiere Dios que
»su Santísima Madre sea hoy mas conocida, mas amada y
»mas honrada que nunca; qwe»» revelarla y manifestarla
»comó la obra amaestra de sus manos... La mis»ri<»>r¿yia, po-
»der y gracia de Maria deben resplandecer mas que nunca
»en estos últimos tiempos... Sí, pues, como es cierto, se
»acerca el reinado de Jesucristo en el mundo, estp será taa
»solo una consecuencia necesaria del conocimiento y del
»reinado de la Santísima Virgen María, que le dio almun-
»do la primera vez, y le hará brillar en él la segunda. (1)
Muy lejos estamos del error que, tanto los herejes cíoao
los impíos é indiferentes en materia de religión, ataábúyen
á los fieles siervos de la Virgen Madre, énseñaiido que el
honor que se le tributa, el culto con que se le venera y los
(I) Monfort. Tratado de la verdadera devoción.
9. zon, la ciencia y la íé, la luz natural y el sentido común.
Ahora bien: el triple carácter, que la Santísima Vir-
gen ostenta respecto á la divinidad, la hacen indisputable-
mente digna del mayor honor que, fuera de Dios, pueda
tributarse á nadie. Como hija, es la predilecta del Eterno
Padre: como Madre, nadie tiene derecho á set jaas amada
del Verbo humanado: como Esposa, Ella es la única á quien
puede distinguir entre todas el amor del Espíritu Santo. *
Honrar á Maria es honrar á Dios, porqne el honor dado á
Maria engrandece el honor que á Dios debemos.
Es verdad que Dios no necesita de nada ni de nadie
para su eterna y perfecta beatitud. Tiene en su esencia la
plenitud de las perfecciones, y aun cuando no existiera ser
alguno que lo glorificara, no por esto dejaría de ser su glo-
ria infinitamente perfecta. Mas desde el momento en que
quiso ser conocido y voluntariamente realizó la maravillosa
obra de la creación, empezó á ser adorado como supremo
ISeñor de aquellos seres, que al existir no pudieron menos
de reconocer en Él, el principio de su existencia. No era
esto bastante.* Aunque lo adorasen los Angeles, lo alabasen
los Patriarcas, lo anunciasen los Profetas y la tradición hu-
biera vinculado el conocimiento de Dios al pueblo escogido,
faltaba que el Creador de todas las cosas fuera también co-
nocido y adorado por todos los pueblos de la tierra. Para
este efecto convenia que Dios mismo se revelara á las n a -
ciones, no yá envuelto en los arcanos de la profecía, sino
en la mas completa manifestación de la historia. La crea-
ción debia hacerse pública y universal por medio de la Re-
dención; el Verbo de Dios debia rescatar á la humanidad
entera, y según el orden de lá providencia, llegada que fué
2
10. —10—
la plenitud de los tiempos El Verbo se Jiwo carne, y habitó
entre nomlros. (1) • - j*
La A^írgen Mari a dio al Verbo la carne con que se hizo
liombre, y desde el momento quedo asociada á la obra só-
brenatiiral de la maternidad divina y de la redención h u -
mana. Hé aquí el modo maravilloso con que Dios que por
necesidad absoluta nada podia deber anadie, quiso ser deu-
dor á Maria por una necesidad hipotética de la gloria, qTie
habia de tener por su manifestación en el mundo, para ofre-
cer á los hombres el conocimiento de la divinidad. De don-
de naturalmente se infiere que, si Dios debe á Maria por su
-voluntad la adoración, que le'proviene de la encarnación,
los hombres deben á Maria los inmensos beneficios, que les
resultan de la redención, por el glorioso título de si divina
maternidad. En un solo acto, con Una sola obra se armoni-
zan tres operaciones tan singularmente admirables, y tan
admirablemente singulares, que jamás se han realizado has-
ta entonces, ni en lo sucesivo podrán realizarse jamás. Diol
se hace hombre: su madre permanece virgen, y el corazón
humano se eleva á la inconmensurable altura de la fé divi-
na. La Virgen Maria es el centro de estas tres operaciones
por ijiedio de las cuales desciende Dios hasta ser conocido
por el hombre, y el hombre sube, en cuanto puede, hasta
el conocimiento de Dios. Ni Dios ni el hombre pueden n e -
gar á "Maria la gloria que en su fiel cooperación ha conse-
guido, y ambos tienen que otorgársela aunque de modo di-
ferente; Dios complaciéndose en su obra maestra, que es
Maria, Madre de los hombres; el hombre adorando á su r e -
paradora, que es Maria, Madre de Dios.
(1) S. Juan. cap. 1.° ver. 14.
11. —11—
CAPITULO II.
Cada sig-lo íione su índole y caráctei" especial, que lo
distingue de los demás. El nuestro se distingue de todos
por liaberse divorciado como ninguno de las creencias reli-
giosas. Buscadlo en los talleres y en las minas, cu la t r i -
buna y en la prensa, en las plazas de toros y en las barri-
cadas, en el café y en el teatro, en las fondas j en las ca-
sas de prostitución, y allí seguramente encontraréis al si-
g-lo sabio prosternado ante el Dios materia, (3 ante el becerro
de oro. Si liace algún ensayo intelectual lo veréis discurrir
de política, sin otra mira que la de escalar el poder; si se
ocupa de economía, es con el fin esclusivo de aumentar el
capital propio, sin tener para nada eu cuenta el derecho
ajeno; el comercio, la induistria, el arte, esto para él lo es
todo. La i'cligion es un estorbo que descaradamente se con-
tradice y se desprecia: los dogmas son una qiimera do que
se burlan los flamantes sabios; las prácticas de piedad no
merecen de sus contradictores mas que blasfemias horribles
y crueles sarcasmos. De todo entienden, de todo hablan, de
todo discuten, de todo escriben; de religibíi cuanto escriben
y discuten, cuanto piensan y cuanto hablan es injurioso y
malo.
Y á pesar do todo, este género de enemigos no es el peor
de los que tiene la verdadera religión: no son estos los hom-
bres mas perversos de nuestro siglo. Mas tarde ó mas tem-
prano sinden producir algún bien, ó apartándose del error
12. —12—
en que lian vivido, cuando en la senda de los errores lian
tenido la fortuna de tropezar con la luz de la verdad; ó al
menos cuanto mas graves son los errores que profesan v pro-
palan consiguen que otros se aparten del camino que con-
duce á la perdición. «No en vano, decia un sabio, existen
»los malos en el mundo; Dios los ordena siempre para al'^-o
»l)ueno:porqueüVÍven para corregirse, ó para que por me-
»dio de ellos se egerciten j purifiquen los buenos.» (1)
España nunca ha lieclio causa común con los enemigos
de Dios para insultarlo y escarnecerlo tan osada y descara-
mente como ha sido escarnecido é insultado por otras n a -
ciones, cuyas impiedades puestas en la balanza de la justi-
cia eterna les han hecho pagar bien cara la torpeza de sus
inicuas apostasias. Solicitada en todas épocas, ha dado siem-
pre brillantes testimonios de su fé; y cuando los pueblos do
la tierra abrían de par en par las puertas de sus universi-
dades, para dar cabida en los tres últimos siglos A las per-
versas doctrinas del filósofo de Ginebra, y del ap(3stata do
Eisleben, España fué la única nación del mundo en donde
no tuvieron entrada la lieregía ni la enciclopedia. Si hablá-
ramos de las causas por que fué preservada bajo el punto
de vista religioso, nos sobrarían pruebas para atribuir esta
preservación á la Virgen, que escojió á España para su pa-
trimonio. Apuntamos, sin embargo, esta idea que después
recogeremos, contentándonos ahora con indicarla para d e -
pues desenvolverla. Pero es un liecho que el autor de £1
Contíato social y del Erailio consiguió estender y propagar
los principios, que tanta desventura produjeron en Alema-
(1) S. Agus. lu psalm. 54.
13. —13—
uia; y encontró iin.aventajado propagandista en su enemi-
go Yoltairc qne sacrifica á Francia, gloriándose de su der-
rota en llosLach, como el primero se alegra de liaber en-
cendido una guerra civil desastrosa en Ginebra con sus Car-
tas de ¡a montaTia.
Si cuando el error intenta ganar terreno en la concien-
cia liumana presentara su cara descubierta, al ver el corte-
jo de males que le preceden, le acompañan y tienen forzo-
samente (j[ne seguirle, el mundo horrorizado lo rechazarla
sin vacilar ni un solo instante, porque asi como nada hay
mas repugnante que un monstruo en el orden de la natu-
raleza, así tampoco nada hay mas asqueroso que el error,
cuya disformidad lo hace aparecer como el monstruo del or-
den intelectual. Es cierto que su fealdad no se percibe por-
que su naturaleza no se conoce; pero á pesar de todo, busca
de un modo sutil el medio mas conducente para ocultar lo
que á primera vista lo tacharía de odioso y despreciable, y
acecliando la ocasión en que la verdad está para manifestar-
se al mundo, escojo 3' tómala forma que con la verdad pue-
de confundirlo, para hacer juntamente con ella su manifes-
tación, avanzando en la conquista de la inteligencia, para
rocojer después el botin del corazón.
La independencia de los pueblos, la libertad de los i n -
dividuos, la igualdad y la fraternidad de los individuos y
do los pueblos ha sido el tema favorito do los filósofos mo-
dernos. Este ha sido el punto alhagüeño y seductor que el
error ha escojido para confundirse con la verdad en el or-
den político y social.
El libre examen para servir íi Dios con la religión que
la naturaleza ha gravado en la conciencia de cada uno, la
14. —la-
facultad de dar culto al Creador en la manera y forma que
lo conozca el espíritu privado, es el dogma sancionado por
el Protestantismo en el orden religioso. Ambos sistemas con-
vienen en un resultado común; la emancipación completa
del hombre, la negación de toda autoridad, la soberanía de
la razón.
De ésta revolución no se lia librado España, y si bien
ha podido creer que aliándose y formando concierto con los
principios de la civilización moderna, podia al mismo tiem-
po mejorar su situación política, sin perder el rango de n a -
ción eminentemente católica, como toda cuestión política
de alguna transcendencia entraña siempre una cuestión re-
ligiosa, al modo que toda cuestión religiosa entraña ordina-
riamente una cuestión política y social, al innovar su ser
politice, hallé cambiada en el acto sn manera de ser religiosa;
y mientrastaspinaba úsaieamente ala realización de la liber-
tad social, el error mas inmediato á esta verdad fundamen-
tal y necesaria, el liberalismo enroscado al tronco de la l i -
bertad, ahogó coa la fuerza brutal de sus anillos revolucio-
narios á la libertad, bajo cuya sombra se ocultaba; y dejene-
rando en la mas completa libertad, al mismo tiempo que al-
zaba la piqueta para reducir á polvo un trono cien veces
secular, levantaba aquella voz estentórea que escandalizan-
do desde la Corte bástala aldea, y desde el palacio del mag-
nate hasta la choza del pastor, declaraba guerra á Dios,
desde el augusto recinto de la representación nacional. Has-
ta entonces no se habia manchado la tribuna española. En-
tonces ¡ah! entonces el augusto santuario de las leyes pre-
senció el inaudito espectáculo, qué llenó de terror á España
entera, cuya prensa lanzaba á los cuatro vientos las impie-
15. —15—
dades mas sacrilegas, las blasfemias mas execrables, que ja-
más se hayan proferido en parlamento alguno del mnndo.
Las creencias y prácticas religiosas estaban.,, ¿porqué
no decirlo? estaban verdaderamente adormecidas en España.
El mayor número estaba contento con llamarse católico,
pin cuidarse de la enseñanza semi-atea de las Universida-
des y establecimientos de pública enseñanza. En vano cla-
maban los Prelados Españoles contra los ataques de que era
objeto la Religión por parte -de los elementos que mas d e -
bieron protejerla y ampararla. Nadie creia que el mal fue-
ra tan grave: basta los mas prudentes juzgaban que eran
exagerados los peligros que se temianj y la indolencia de
unos, la apatía de otros y la vana confianza de casi todos
bicieron que las verdades divinas quedasen postergadas,
obscurecidas y en alguna parte eclipsadas. No estaba por
fortuna estinguida la fépipero estaba tan encerrada en el
fondo del corazón que nadie la hubiera traducido por las
obras. La brasa ardia; es cierto; pero encubierta.bajo la
ceniza .del abandono en que la tenían las ideas que nadie
osaba contradecir, porque eran las que formaban la escuela
dominante de la época. El individualismo convertido en sis-
tema no se curaba de las heridas que poco á poco se infe-
rían á las creencias, y contentos con pasar el dia á merced
de una paz hipócrita, que aseguraba un reposo pasagero,
nadie pensaba en la tremenda lucha en que habiañ de p e -
ligrar todos los intereses y todas las personas. El dia del pe-
ligro llegó: ¿quién iba á despertar la fé dormida y amorti-
guada?... No era fácil preveerlo.
Un justo, que por no haber creido las palabras de la
eterna verdad, habia esperimentado el castigo de estar al-
16. —16—
gun tiempo mudo, cuando vio realizado el lieclio de que en
un principio dudaba, abrió sus labios para profetizar que la
salvación vendría de nuestros propios enemigos y que estaría
en manos de los que siempre 7ios aborrecieron. (1) Esta pro-
fecía se lia cumplido exactamente en la época triste á que
nos referimos. La salvación vino por el conducto menos es-
perado. Las palabras de un médico impío que negaba con
blasfemias, que la pluma se resiste á estampar de nuevo en
el papel, la divinidad de Cristo, el dogma de la Trinidad, la
perpetua Virginidad de Maria, hicieron en España mas
efecto que las encíclicas de los Pontífices, las pastorales de
los Obispos, y los mas concienzudos escritos de los mejores
publicistas católicos. España se vio herida en sus sentimien-
tos mas tiernos y afectuosos al considerar ajada la honra de
la Madre de Dios de una manera escandalosa; se acordó de
Covadónga, y d» LepantOj volviérlos ojos á Zaragoza y Mon-
serrat, contempló por un momento que Maria era su madre,
y lo que muchos años de insensatas predicaciones no pudie-
ron conseguir, atacando el Evangelio, pervirtiendo la j u -
ventud, corrompiendo las buenas costumbres, lo consiguió
una sola hora, y esta hora fué la hora mas fatal para la re-
volución impía, que pretendió derrumbar impunemente el
hermoso y purísimo trono de la Reina de los Cielos, de la
Patrona Inmaculada de la nación española. Entonces la fé
cristiana recobró su pujante y valioso imperio, despertó co-
mo un jigante, acobardó á sus enemigos, que en cada cris-
tiano español vieron un héroe dispuesto á sufrir todos los
horrores del martirio por defender á la Virgen Madre; en-
(1) S. Luc, cap. 1.° ver. 71.
17. —17--
tonces los templos que estaban desiertos albergaron debajo
de sus bóvedas santas á la España de María, que era casi
toda España. Entonces pudo verdaderamente decirse que si
los dicterios j blasfemias, las injurias y los agravios fueron
descompasados j grandes, los desagravios fueron todavía
mil y mil veces mayores.
Este prodigio de la fé, con que España volvió á Dios,
es un nuevo triunfo, que Dios ha conseguido por medio de
María; es un nuevo título de agradecimiento, que la nación
de Recaredo y San Fernando debe á su especial protectora
y abogada, que no se desdeña de ser Madre de los hombres
á pesar de la excelencia, que de justicia le compete por ser
la Madre de Dios.
18. -18-
CAPITULO III.
CONVIENE qm haya Tier^ías. (1) Solamente el Catolicis-
B10 h& ppdido revelar al mundo una verdad que al parecer
le es eontradietoria: tan solc el mas ardiente y célelo pre-
dicador del Evangelio ha podido decir á la faz del mundo
•QfOn valiente energía para que lo entiendan perfectamente
los enemigos del Evangelio mismo: «No os tememos; h a -
blad, conviene que habléis, conviene que contradigáis, y
si queréis blasfemar, conviene que blasfeméis.»
No es por cierto apetecible la contradicción, la blasfe-
mia ni el error. Ni Jesucristo lo quiere, ni el Evangelio lo
desea, ni el Apóstol se goza en la difusión del mal, ya se
considere en orden al entendimiento, ya se mire en lo que
toca á la voluntad. Pero en la precisión de que haya de
existir porque el hombre quiera darle existencia, si es que
este nombre merece lo que es una mera negación del bien,
el Evangelio no le teme, el Apóstol no lo rehuye, el Catoli-
cismo no se esconde, porque al fin hasta el error sirve para
dar mas mérito á la verdad. También el error sirve á Dios.
Pero ¿en qué sentido?;
Si los discípulos de la verdad, si los amantes del bien
fueran tan constantes y fieles en perseverar adheridos fir-
(1) S. Pau. 1.' ad Corint. cap. 11. ver. 19.
19. —19—
memente y siempre á lo que por sí solo eonstituye la vida
de la inteligencia y las delicias del corazón; si en la huma-
na libertad no hubiera que lamentar el abuso, á qne con
tanta frecuencia está espuesto asi el bueno como el malo;
sí, en una palabra, la voluntad de Dios fuera tan observada
por el ser libre, como por todos los seres que carecen de
libertad, ó como los que en premio del buen uso que han
hecho de ella reinan en la bienaventuranza, nihabria mal,
ni contradicciones, ni heregías, ni errores. Pero la historia
de todos los siglos nos ha enseñado con su triste y dolorosa
esperiencia, que el hombre abandona bien pronto lo que nb
es muy inmediato, por masque ^ a lo mejor y mas verda-
dero, y que solicitado por las múltiples necesidades que le
cercan, estimulado por las pasiones que le diominan, por.las
exigencias de su tiempo, por ios respetos humanos, por mi-
ras no siempre nobles, y por otras mil circunstancias que
dependen de su educación, de su trato, de su instrucción,
abandona bien pronto sus mejores propósitos, y á no tener
un estimulo poderoso que lo levante con vigor de la postra-
ción, á que tan fácilmente propende, queda en una pa>-
ralisis lastimosa, que lo aparta dé toda acción progresiva,
para precipitarlo en el fondo de la inacción mas retrógrada.
Así van perdiendo su fuerza de una manera insensible, las
verdades que mas necesarias son al hombre, y de aquí la
convejiiencia de que el eterno enemigo de la verdad suscite
alguna vez esa tremenda lucha que sacando al hombre de
su abandono y adormecimiento le haga recordar la nobleza
de 8u origen y la excelencia de su fin para emplear los me-
dios mas adecuados á la dignidad, que por su culpaba pos-
tergado y con frecuencia ha envilecido.
20. —20—
Hé aquí la misión que el error tiene en el orden de la
providencia y en el de los acontecimientos de la historia.
PÍOS, en su esquisita benignidad, utiliza kasta los efectos
del mal para convertirlo en bien en obsequio de los que ol-
vidan hasta su propia felicidad.
A pesar de esto, no todos utilizan tan singular y extra-
ordinario llamamiento. Muchos no se aperciben de la tem-
pestad que ruge, y duermen tranquilos, como Jonás en la
iiav€, hasta que las olas de la iniquidad los envuelven para
sepultarlos en el abismo de la perdición. Otros caminan con
los ojos vendados por el escabroso sendero de la vida, sin
levantar siquiera la imaginación á.los intereses religiosos
de que depende el porvenir de la eternidad. Otros miden la
eternidad por el tiempo, y cambian lo infinito por lo finito,
prefiriendo la creatura al Creador, y como nave que sin p i -
loto ni timón se abandona á las aguas del mar sin rumbo y
sin concierto, sin dirección y espuesta á los empujes y vai-
venes del peligroso elemento en que se agita, pasan la vida
fluctuando y creyendo lo qne por el momento se ofrece sin
que hayan hecho nada por favorecer ni contrariar las cir-
cunstancias en que se hallan. Los mas llevan su abandono
á tal estremo que dejan su inteligencia como la balanza en
fiel, estimando lo mismo el^ro que el contra, dando la mis-
ma importanciaá la apología que á la contradicción, y for-
mando entre todos una esctiela tan irracional como .estra-
vagante, tan utilitaria en punto á la materia, como innoble
respecto al espíritu han venido á propagar el indiferentismo
religioso hasta un grado que en nuestros dias es el estado
mas peligroso de la sociedad, y todos sus partidarios los
enemigos mas declarados de la religión y de la moral. Por
21. —21—
esto decíamos que los apóstoles del error no son. los. peores
enemigos de la religión. Les aventaja todavía el considera-
ble número de los indiferentistas, porque estos defienden
con su conducta [una insensatez, y con su sistema un a b -
surdo, sin que liaya el derecho de contradecirles porque no
hablan, ni de refutarlos porque no escriben, ni de conocer-
los porque son hipócritas, ni de escitarlos porque aparentan
ser fieles, ni de aplaudirlos porque nada hacen bueno, ni
de censurarlos porque se guardan muy mucho de manifes^
tar lo malo. Todos los errores tienen alguna escusa, todos
los estravios su esplicacion, todos los sistemas sus causas-.
El indiferentismo no tiene cq,usa, ni esplicacion, ni escusa;
es irracional, insensato, antireligioso y antisocial.
Pues bien, este sistema que si no es bajo ningún sen-
tido científico,, ha sido reputado al menos bastante cómodo,
ha echado en todas partes muy hondas raices, se ha propa-
gado fecundamente por toda la tierra, y si bien es verdad
que nuestro siglo ha desarrollado por doquiera una activi-
vidad febril, también es innegable que esta actividad se ha
reducido á la materia en cuanto era objeto de la industria,
del comercio, de las artes, del lucro y de la comodidad. Mas
allá de esto no se ha mirado. El orden sobrenatural ha su-
frido heridas, que pocos han intentado curar. El abandono
de los intereses religiosos, que siempre se han considerado
con la importancia y preferencia que merecen hasta por los
pueblos mas ignorantes, ha llegado á su colmo en nuestros
dias. Los actos esteriores del culto divino eran tan poco
frecuentados que casi podia compararse la soledad de los
templos á la soledad de los desiertos. ¡Triste presagio de las
escenas lamentables que hablan de sobrevenir!
22. —22—
Y sobrevinieron: los que se llaman católicos, los quemas
obligación tenian de haber dado en toda ocasión y lugar los
mas irrefragables testimonios de su fé y de sus creencias,
callaban, dormian, se abandonaban; mejor dicho, estuvie-
ron callando y durmiendo mucho tiempo, muchos años, y
cuando empezaban á despertar, vieron que eran degollados
los sacerdotes, profanados sus templos, arrastradas sus imá-
genes, vilipendiados sus dogmas, puesto en tela de juicio el
Evangelio, y pisoteadas y escarnecidas sus creencias. E n -
tonces despertaron. Fué preciso para que despertaran, que
los enemigos de la fé abofeteasen nuevamente al Ctísto en
su doctrina al cabo de diez y nueve siglos: despertaron, sí;
pero fué cuando^ los impíos envanecidos con el triunfo de
sus impiedades, quisieron rasgar por completo la túnica san-
ta de la fé cristiana. Aun así, muchos hubieran seguido
durmiendo, pero" al ve? sc^al»p o^n furia inaudita el trono
escelso de la augusta Reina de los Cielos, cuando las blasfe-
mias llegaron á ofender la dignidad de la Madre, el honor
de la-Mujer y la pureza de la Virgen, • ya no era posible
callar, no era posible dormir. Todos despertaron, todos die-
ron testimonio de su fé.
Maria, que triunfó por una parte de la impiedad, con-
sigue al mismo tiempo un triunfo, si cabe, todavia mayor,
derrotando el terrible monstruo de la indiferencia.
23. -23-
CAPITLLO IV.
La revolución lia hecho un gran beneficio, pues que-
riendo que el error prevalezca, ha conseguido mal de su
grado, venir á dar el mas elocuente testimonio de la ver-
dad. En todos tiempos ha sido, después de Jesús, adorada
j reverenciada su Santísima Madre por la Iglesia y por t o -
dos loe Cristianos, porque nadie puede olvidar, que, como
ha dicho el insigne Bossuet, «una consecuencia de la m a -
»ternidad de María es, que habiendo Dios querido darnos
»una vez á Jesucristo por medio de la Santísima Virgen,
>iese orden no se c^nibia jamás, pues Dios nunca se arre-
»piente de sus dones. Es y será siempre verdad que, h a -
»biendo recibido nosotros una vez por medio de Ella el
»principio universal de la gracia, recibimos constantemen-
»te, por su mediación, las diversas aplicaciones del mismo
»en todos los diferentes estados, que componen la vida cris-
»tiana. Habiendo su caridad maternal, que hace nacer, dice
»San Agustín, los hijos de la Iglesia contribuido tanto á
»nuestra salvación en el misterio de la Encarnación, que es
»el principio universal de la gracia, María contribuirá á
»ello eternamente en todas las demás operaciones, que no
»son masque dependencias suyas.» (1) No puede darse con-
(1) Bossuet. Ser. 3.° y 4.° de Concep.
24. .,,—24—
fírmacion mas esplícita de aquella otra verdad, qtie en
menos palabras profirió el mejor panegirista de las gran-
dezas de la Virgen: «Nada qníso Dios que llegara liasta
nosotros, sin que primero pasara por las manos de María.» (1)
Por respeto, por amor y por gratitud á Ella los fieles le han
tributado siempre el culto de hiperdulia, es decir, una ado-
ración que forma el segundo grado de la gerarquia en el
culto. Menor que Dios, mayor en dignidad que todos los
Santos es la Medianera entre Dios y los hombres, y de la
cual únicamente puede decirse que asi como nadie llega al
Padre sino por medio de Jesucristo, asi tampoco nadie p u e -
de llegar á Jesucristo sino por medio de María.
Ntís és fdrizoéó reconocer y consignar que en los tiempos
tan decantados de la ilustración y la cultura, de la electri-
cidad y del tapor, de la civilización y del progreso, el s i -
glo, cual otro prSdi^bj' fettyéiidd de la casa paterna, se ha
colocado á una distancia considerable de Jesucristo. No se
ha curado, por desgracia suya, de conservar la herencia de
los Santos, regada ooñ el sudor de tantos justos, y enroje-
cida con la sangre de tantos mártires; malgasta el haber
d» s!i razón y de sus sentidos en la ciencia que lo infla y
ensoberbece, no menos que en las orgías y en los placeres
que lo degradan. Prefiere los horrores del 79 y de los en-
ciclopedistas franceses, juntamente con los insensatos delirios
de los racionalistas alemanes y el libre examen del Protes-
tantismo, á la dulce y saludable influencia, de las sublimes
verdades del Evangelio: pretende en una palabra sustituir
la armónica belleza y encantadores consuelos de la verda-
(1) S. Bernardo, Serm. 3.° de Nativ.
25. —25—
dera religión con la torpe y vergonzosa idolatría de la dio-
sa RAZÓN .
Y Dios lia dicho, «No; el hombre además de la razón
tiene también sentimientos, además de inteligencia tiene
también corazón; si la razón se estravia, si la inteligencia
yerra,'es preciso que el sentimiento y el corazón corrijan
los errores de la inteligencia y de la razón.»
La Santísima Virgen está por lo tanto llamada á veriíi-^
car una reconciliación nueva, llevando á los hombres hasta
Dios, ya que otra vez fué el medio de la reconciliación a n -
tigua, trayendo á Dios hasta la tierra para borrar todas las
iniquidades de los hombres; porque nadie mas que Ella, en
la esfera religiosa, es la verdadera representación de la ter-
nura del corazón y de la pureza de los sentimientos; es la
que por si sola abarca toda la hermosura de la creación en
el mundo sensible y toda la belleza de la gracia en el or-
den espiritual. Cristo es ^ perfección soberana hecha hom-
bre sin haber menoscabado los derechos de Dios: Maria es
la personificación de la misericordia divina, en la cual se
confunden todos los afectos de una Madre, todos los' senti-
mientos de una Virgen, toda la compasión de una ínuger
que es á un mismo tiempo Virgen Madre. Eft Ella nadie
puede temer el rigor de la justicia, mientras que todos pue-
den esperar las bondades de la misericordia. Por eso .Dios
misericordioso la escojió como el tipo de todas las-edades,
de todos los siglos, para que influyendo con sus diversos
caracteres, con sus diversos tipos en, las diversas situacio-
nes del individuo, de la familia y de la sociedad, nadie p u -
diera desconfiar de su acceso y rehabilitación para con Dios^
y de su felicidad eterna y temporal. Entre los muchos e r -
26. _26~
rores de que está plagado nuestro siglo, uno de los mayo-
res es creer que la devoción y el culto de la Santísima Vir-
gen, es propio de la muger, desentendiendo al hombre de
los tributos de veneración que por tantos títulos se deben á,
la que en el hombre ha tenido siempre la base de toda su
alabanza y mas escelente apología. Desde que su Divino
Hijo, que fué el que mas la veneró en la tierra, espiró, en,
la cruz, un hombre, Juan, es el encargado de continuar en
favor de Maria, los oficios de hijo, que ya no podia conti-
nuar el Crueificado. Después de la Ascensión, los Apóstoles
de Jesús, son en primer término los que mas se distinguen
en honrar á la Madre de su divino Maestro. Los mas sin-
gulares y cariñosos obsequios que recibe Maria después de
los tiempos Apostólicos, son especialmente debidos al entu-
siasta y ferviente amor, que brotando del corazón se trasmi-
te 4 la pluma y á los labios de San Ignacio mártir, y de San
Justino, de San Ireneo y Clemente de Alejandría, de Orí-
genes y de San Arquelao, de San Gregorio y San Efren, de
San Epifanio y San Ambrosio, de San Gerónimo y San
Agu^in, de San Cirilo y de los Padres del Concilio de Efe-
so, de San Ildefonso y San Juan Damasceno, de San A n -
selmo y San Bernardo, de Alberto el Grande y Santo Do-
mingo, de San Francisco y Gerson, de Francisco de Sales
y San Ignacio de Loyola, de Bossuet y del cardenal de Be-
rulle. Por manera, que así como puede decirse que Maria
ha triunfado siempre del corazón en la muger, agotando la
delicadeza del sentimiento, así también ha triunfado de la
inteligencia del hombre, agotando el amor de la verdad, que
trajo al mundo para su reparación. Y sin hacer un profun-
do estudio de Ip que á María deben las artes y la ciencia.
27. —27—
las Universidades y Congregaciones religiosas^ las edades y
los sexos, es lo cierto que en medio de las grandes catíis-
trofes y rigorosas persecuciones, porque en el mundo ha
tenido que atravesar la religión, la idea de la Virgen M a -
dre ha flotado sobre todas las heregias, como el arca de Noé
sobre las aguas del diluvio; ha sido el punto fijo para todos
los pueblos que Vacilaban en la fé, como el norte para los
navegantes en medio de la tempestad.
Asi es que su culto, reducido primero ^ las Catacum-
bas, se engrandeció después en las mas admirables Basíli-
cas de las Ciudades mas populosas; y á medida que los ene-
migos de su Hijo han ido propagando el error por todos los
pueblos, Ella ha ido paulatinamente estendiendo su amor
por las aldeas y por los campos, por los valles y por los de-
siertos, para alimentar á los débiles, consolidar á los fuer-
tes, enseñar á los ignorantes, proteger á los sabios y ser la
egida poderosa de todo sexo y edad, de toda condición, de
toda clase y de toda gerarquia social, á fin de que todos
jconvengan en el centro común y necesario de la verdadera
religión. Por eso el culto de Maria, la devoción y el amor á
Maria se ha difundido y propagado en todas partes. Como
buena Madre no puede olvidar á ninguno de sus hijos, y
doquiera que están los busca, por doquiera que van los 11a-
,a, los sigue sin encontrar límites ni barreras, obstáculos
1 tropiezos. Ella es Madre de todos y quiere salvarlos á
todos.
España especialmente es el pueblo predilecto de Maria.
No hay en esta nación una sola provincia donde su nombre
no sea bendecido y alabado por alguna gracia ó aconteci-
miento extraordinario, que haya hecho eterna su memori»-
28. —28—
En la ma3'or parte de ellas hay pruebas evidentes de algu-
na aparición, con que la Reina de los Angeles ha signifi-.-
cado su deseo de permanecer entre sus hijos queridos para
ser el bálsamo que cure sus heridas, el lenitivo que miti-
gue sus pesares, el consuelo en sus tribulaciones y el r e -
medio en todas sus necesidades.
Almería puede gloriarse de tener en su Diócesis casi to-
das-las Iglesias, erigidas en honor de una de las advocacio-
nes de la Santísima Virgen. El suntuoso y magnifico t e m -
plo Catedral, la mayor parte de las Iglesias parroquiales, y
los numerosos santuarios destinados al culto, están consa-
graddfe á Maria desde que en ellos se colocara la primera
piedra. No por esto se han liiiiitado los Santuarios á las po-
blaciones; la universalidad del amor que á todas partes lle-
va el nombre de Maria ha llevado asimismo su culto y sii
venéracioii á los eamyos y á las selvas, é los valles y á los
montes.
No es ciertamente nuestro ánimo ocuparnos de los d i -
versos Santuarios, que por diversos y extraordinarios acon-
tecimientos se han dedicado á la Santísima Virgen en nues-
tra provincia, á quien parece quiso preservar de la plaga
protestante desde que arribó á nuestras playas, apareciendo
milagrosamente en Torre García al humilde y pobre torrero
Andrés de Jaén. Tampoco vamos á dar á los testimonios ^
la tradición otro crédito ni valor que el que lleven consigo
los hechos innegables, que aparten nuestra creencia de toda
superstición y consoliden los fundamentos en que se apoj^a
la opinión común, que si tiene valor para dar importancia
á las ideas, como pretenden en su mayoría los enemigos de
la religión, con mucho mayor motivo ha de tenerla para
30. -SO-
CAPITULO V.
El magnífico templo dedicado á Nuestra Señora del Sa-
liente, se halla situado á la parte oriental de un monte, co-
nocido generalmente con el nombre de JSl Roél, que se ele-
va casi á. mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Al-
gún cortijo ó casa de labor se vé diseminado en aquella
vasta soledad, donde dividen sus jurisdicciones las impor-
tantes villas de Oria, Velez-Rubio y Albox, á quien perte-
nece el cerro, que, sin duda por poseer la imagen de cuya
tradición vaaaoaáQcoipamos, le disputó por algunos años
el primero de los pueblos citados, hasta que después del l i -
tijio, y á virtud de sentencia firme, Albox quedó en pose-
sión de lo que hoy esmerada y religiosamente conserva.
Dista la población del monte diez y seis kilómetros, y desde
la rambla al cerro en que está edificada la Iglesia hay una
pendiente ó cuesta de cuatrocientos trece metros, cuya su-
bida es penosa y bastante difícil. Aquel paraje árido y
montuoso no tiene otra vegetación que la producida por una
pequeña fuenie, que brota por bajo y á la parte de levante
del Santuario: el agua es escelente, pero tan. escasa que
apenas basta para las necesidades de las pocas personas y
familias que por allí habitan, y para regar un pequeño jar-
din, que poseyó antes el Capellán, y que hoy está cedido á
los Religiosos encargados del culto de la Santísima Virgen.
32. —32—
dio esperan de^f|iiella, cuyas alabanzas publican defepiies
de obtenido el bien que apetecian y por cuya posesión sus-
piraban. Lat mas Humilde entre todas las criaturas, la que
llevó su iiumildad hasta proclamarse sierva, cuando estaba
destinada á ser Madre del Señor, há querido trasmitir á sus
hijos'ésta virtud singular, y aunque por esta razón estén
'pasando ignoradas mucha? de las gracias que dispensa, al-
- gunas son 1a,n extraordinarias y singulares que ni el cora-
zón humano puede retenerla^ en silencio ni los labios pue-
den «^ap de'publiGarias. El origen de su culto en el Sa-
liente, justifica la verdad de cuanto aseguramos^ porque á
piesar del misterio que oscurece- su aparición milagrosa, los
hechos se han encargado de publicarla y todas las circuns-
tancias qué confirman aquel hecho providencial son tan
convincentes y claras que no solamente las prueban los ar-
gumentos j^ubígujdióEamps tomar de la religión revelada,
sino los que especialmente vamos A tomar de la razón n a -
tural. •
En los últimos años del siglo diez y seis vivia en Albox
una familia honrada y humilde que no tenia otro egercicio
ni ooupacioii mas que la de la agricultura. Uno de los i n -
dividuos de esta ifemilia, llamado Lázaro de Hartos, estaba
dedicado, á la guarda de ganado mular, que ordinariamente
apacentaba en las faldas de JEI jRoél. En esta ocupación pa-
saron algunos años de su. vida y sin ningún antecedente
que pudiera favorecer su resolución, manifestó á sus padres
el firme propósito que tenia de emprender los estudios n e -
cesarios para seguir la carrera eclesiástica. ¿Qué causa h a -
bía podido influir en el ánimo de Lázaro de Martes para
una det'erráinacion que á los ojos de su misma fami-
33. —33—
lia era irrealizable y para todos los demás imposibk?
D. Emilio Moreno Cebada dice acerca de este punto en su
opúsculo publicado en Barcelona el año de 1865: «Es tra-
»dicion constante, que bailándose el referido Lázaro á las
»faldas de la Sierra del Saliente; y siendo como la mitad de
»la nocbe, oyó entonar cánticos sagrados, apareoiéndosele en
»el mismo instante la Santísima Virgen Maria. Sensible es
»ciertamente que nada mas añada la tradición acerba de este
»prodigioso suceso; pues es de creer que al verificar la Madre
»de Dios este aparecimiento tuviese algún objeto, ó dirigie-
»se algunas palabras al dichoso mortal que disfrutó de su vis-
»ta, palabras que tal vez tendrían relación con los sucesos
»futuros de los que hemos de ocuparnos. Tal vez la humil-
»dad le hizo guardar silencio; pero es lo cierto que abando-
»nando desde entonces su habitual ocupación, se dedicó á
»los estudios eclesiásticos, recibiendo mas tarde las sagradas
»órdenes, habiendo llagado á ser beneficiado y cura de la
»parroquial de Albox.»
Desde este momento empieza á aclararse con hechos i n -
dudables la verdad consoladora, que la tradición ha conser-
vado acerca de la aparición de la Virgen. Sin ella en psii'-
mer lugar no se comprende el tránsito inopinado que se
operó en Lázaro de Martos, pasando de un oficio humilde á
la dignidad Sacerdotal, y por mas que la impiedad ó el i n -
diferentismo religioso de nuestro siglo hallen motivo de
desprecio ó de crítica mordaz en sucesos de esta especie, es
lo cierto que nada l],ay en ellos que repugne á la razón ni
que parezca improbable. Por ventura, la que en el año cua-
renta y uno de la era vulgar empezó á honrar con sus plan-
tas el suelo español, apareciendo al Apóstol Santiago en las
34. —34—
márgenes delEbro, ¿no pudo en el siglo diez y oclio honrar
el territorio del Saliente apareciendo al pobre campesino Lá-
zaro de Martos? La que elije y ocupa santuarios en Astu-
rias, en Galion y en los montes de Cataluña, la que perso-
nalmente baja á Barcelona, y para libertar de las cadenas
musulmanas á sus infelices liijos que gemian bajo el cauti-
verio de los islamitas habla y oye al rey D. Jaime I, á San
Pedro Nolasco y á San Raimundo de Peñafort, ¿porqué no
habia de poder revelar su deseo de que se le edificase un
templo en el Saliente para aliviar las necesidades y atender
las oraciones de cuantos la invocaran en el lugar que qui-
so santificar con su adorable presencia? La que en los siglos
doce y trece se deja adorar en Tortosa y Barcelona, ¿porqué
habia de rechazar las pruebas de fidelidad que sabia segu-
ramente había de recibir de toda una región, que en medio
de sus calamidades y desgracias no habia de ceder á n i n -
guna otra en reconocer la grandeza y protección de la M a -
dre de Dios? La que en el siglo quince y diez y seis visita
en Valencia á San Vicente Ferrer, y á San ^ n a c i o de
Loyola en la Cueva de Manresa, la que en Tolosa formaba
las delicias de Santo Domingo de Guzmau, las de San P e -
dro Pascasio en Paris, las de Armengol en Bujia, las de
Calasanz en Roma y las de Oriol en Marsella, ¿estaba ya
impedida de revelar sus designios al silencioso y pobre l a -
brador, que para bien de Albox y su comarca testifica con
hechos de la mas humilde devoción á la Reina de los Cielos
la gloria que quiso mantener oculta, y que rehusó se le
tributase de palabra?
No ciertamente; ni la aparición es imposible, ni los h e -
chos que siguieron permiten dudar de su verdad; al contra-
36. —36—
datles noticias de la casa ni déla persona, que en vano tra-
taron de encontrar y buscaron por espacio de algunos dias.
Este suceso tan raro y sigular los aseguró mas y mas en
que las instrucciones que hablan recibido eran del Cielo, y
el providencial hallazgo de la santa Imagen la confirma-
ción mas esplícita y terminante de cuanto les habia d i -
cho el virtuoso Lázaro de Martes; el cual, tan pronto como
los comisionados llegaron á Albox, y vio satisfechos sus de-
seos, lleno de Santo júbilo y extraordinaria alegría no pudo
menos de confesar que aquella hermosa y perfecta escul-
tura era el mas bello retrato de la bellísima y celestial v i -
sión que en la noche mas dichosa de su vida habia tenido
cnanáo se le apareció la Santísima Viren en las faldas del
Saliente.
Tales son los hechos públicos y la tradición constante en
que se afíoya ^ imito y la veneración de Nuestra Señora de
los Desamparados del Saliente. Tal fué ademas el modo pro-
videncial y extraordinario con que plugo á Dios glorificar
á su divina Madre'y hacer qme se le consagrasen!^ y rindiesen
los corazones de los cristianos en aquel sitio apartado y casi
desconocido, para convertirlo en lugar de adoración al Se-
ñor y santificación de las almas. Veamos ahora como este
éxMo se desarrolla y crece hasta un punto que parecería
increíble, ei Dios no hubiera querido demostrar la eficaz
protección que desde un príncipio le dispensara.
37. —37—
CAPITULO VI.
Es bueno en ciertas ocasiones que el silencio oculte los
secretos de los reyes y poderosos de la tierra, pero es hono-
rífico y á veces hasta necesario estender y revelar las mara-
villas y grandezas de muchas obras de Dios. (1) Asi lo
comprendió Lázaro de Martos, que si bien tuvo cuidado de
ocultar cuanto pudiera referirse á ensalzar su nombre, p u -
blicando la revelación que le hiciera la Santísima Virgen,
no creyó prudente que su süencio menoscabara la gloria,
que á Dios esclusivamente correspondía en un aconteci-
miento llamado á formar época entre los innumerables de
que Dios se vale para estender el conocimienta de su nom-
bre y revelar al mundo la distinción que merece entre t o -
das las criatums, la única que fué estimada digna de ser la
Madre de Dios. Guardar en adelante este secreto hubiera
sido una temeridad, y como la virtud nunca egecuta actof
temerarios, puesto de acuerdo con el beneficiado D. Roque
Tendero, creyeron oportuno acudir al Prelado Diocesano,
quien habiéndoles oido y enterádose del acontecimiento ex-
traordinario y de las circunstancias especiales que le daban
un carácter digno de llamar la atención de un Príncipe de
la Iglesia, no tuvo inconveniente eii acordar la edificación
(1) Tob. cap. 12 ver. 7.
39. —39—
el amor de sus hijos, pero la pobreza de estos impedia la
magnitud del proyecto, que todos deseaban ver realizado.
Los medios con que por entonces se contaba, eran insufi-
cientes y por lo tanto ineficaces. Pero la que durante tres
siglos consintió ser venerada en las catacumbas y en los
valles, en las selvas y en los montes, aceptando, después
de Constantino, las basílicas mas suntuosas y los templos
mas grandiosos; la que en los primeros tiempos dé su apari-
ción en el Saliente, se contentó con una pequeña choza, y
luego con reducida ermita, quiso después ser venerada en
un templo especial y magnífico, aunque un nuevo prodigio
viniera á confirmar los prodigios anteriores.
Un rico marino, que haciendo una larga travesía, cor-
rió peligro de un inminente naiifragio, llegando al punto
de que las olas del mar daban al traste su navio,' y de que
el furor de la tormenta presentaba abiertos á sus pies los in-
sondables abismos del Occéano, vio en medio dé su aflicción
á la Santísima Virgen, que le ofreció librarlo de aquel p e -
ligro en que la habia invocado, si al arribar á puerto, b u s -
caba una imagen semejante á la que le prometía su salva-
ción, y le dedicaba un templo. El marino afligido, hizo
voto de cumplir la promesa indicada tan pronto como el pe-
ligro cesara, y al arribar al puerto de Almería su primer
cuidado fué buscarla escrupulosamente en las provincias de
Granada, Valencia, Murcia y Ahnería, y habiendo hallado
en la sierra del Saliente la imagen de la Virgen, á quien
debia su vida y la fortuna de su familia, depositó en manos
del caritativo y egemplar Prelado los fondos necesarios para
construir un magnífico templo, que es el que existe actual-
mente. Su arquitectura forma un completo y excelente pa-
40. —40—
ralelógramo, rodeado de claustros laterales, que dáu á su
conjunto una belleza, y solidez del gusto mas esquisito: tie-
ne capacidad bjastante y en el modo de su construcción per-
tenece al íórden compuesto. La Iglesia tiene cinco'altares,
dos áiíada uno de los lados, y otro que ocupa el centro, so-
bre el que se eleva el rico camarín, en que está la milagro-
sa y hermosísima imagen de Ja Virgen, cuya descripeion
tace perfectamente el Sr. Moreno, en el opúsculo antes
citado: «La Imagen de Nuestra Señora de los Desamparados
»€s beUísima, y no puede mirarse sin sentirse dulcemente
»impresionado. Su actitud es de la Asunción á los cielos,
»cuyo misterio parece representar. Holla con sus pies una
»serpiente de siete cabezas, y apoya ambos sobre una m e -
»dialuna: su mirada está fija en el cielo; su estatura es
»como unos cuarenta centímetros; su rostro fino y sin el
»roas ligero ¿efecto; su vestido exterior que es de la misma
»materia de la Imagen es blanco é imita al tisú de oro,
»sembrado de delicadas rosas encarnadas; su manto azul con
»estrellas doradas como keucHdo por el viento'. Está la
>):IiBLágen spatenida por dos Querubines tan delicados y ber-
»mosos que no desmerecen en nada del mérito de la Seño-
>>ra, sus ropas son también finísimas de varios colores, figu-
»raiijcU) el tejido de tisú y su posición como haciendo es-
»fuerzos para levantarla en alto y conducirla al cielo. Todo
»el conjunto de tan bello simulacro, admira, arrebata la
»atención y mueve el entendimiento á la contemplación de
»las gra,cias, la hermosura y los demás dones con que en-
»riquecida y adornada la criatura feliz y bienaventurada,
>>que fué preservada de toda mancha desde el priucipio y a n -
»tes de los s^los para Arca verdadera de la nueva alianza.
41. _4l_
»Madi'e del Redentor de la estirpe culpable, y vida, dulzu-
»ra y esperanza de los miseros mortales. El que por prime-
»ra vez visita á la Santa Imagen de Nuestra Señora delSa-
»liente, no puede menos de exclamar como la reina de Sabá
»en presencia del sabio hijo de David: (^Cuanto veo es su-
»perior á lo que canta la fama.»
Por estos medios tan providenciales Ha querido la ma-
gostad de Dios ser honrada del pueblo escogido de su ben-
dita y purísima J^Iadre. Sin que nosotros les atribuyamos
mas valor ni mérito que el que pueda atribuirles la razón
mas despreocupada, es imposible desconocer el sólido fun-
damento en que se apoya el singular y entusiasta amor con
que Albox y sus inmediaciones se esmeran en rendir obse-
quios de filial cariño, á la que valiéndose de tan inusitados
modos, ha querido perpetuar su memoria y sus beneficios
en aquel pobre y oscuro retiro, destinado desde su aparición
gloriosa á ser wQ:n»onuiiieM& perenne, y un manantial per-
petuo de innumerables graciasy favores celestiales. El in-
fierno, sin embargo, no ha podido llevar á bien que la Mu-
ger, que aplastó la cabeza del dragón, reciba tantos honores
como la piedad cristiana dedica continuamente á la,Madre
de los Desamparados en aquel lugar bendito, donde el co-
razón respira el suave y purísimo ambiente de la gracia y
del consuelo que el mundo no puede ofrecer _ á ninguno de
cuantos le siguen; y aun cu^indo nunca ha podido estinguir
la devoción que ha separado tantas almas de los torcidos ca-
minos, del error para llevíirlas en pos de la verdad católica,
ha procurado aminorarla en los fatales dias de lucha y prue-
ba porque ha pasado la nación entera en los desgraciados-
tiempos que corremos. El enfriamiento de la piedad, el ia-
6
42. —42—
diferentismo religioso, ese funesto enemigo de Dios y de su
Iglesia ha llegado también á posar su sacrilega planta en
el territorio santificado por la Virgen, enemiga de la ser-
piente infernal. Y si bien es cierto que nunca se ha estin-
guido la antorcha de la fé en el prodigioso recinto, en don-
de tiene su trono el Arca Santa de la nueva ley, es al mis-
mo tiempo indudable, que no era como antes frecuentado el
magnifico templo del Saliente, tan semejante y parecido á
la real Colegiata del Sacro-Monte de Granada. Diez años de
una revolución desatentada en que se ha hecho mucho mal,
siendo tan pocas las personas y tan escasos los medios para
promover el bien; las azarosas circunstancias y largas v a -
cantes por que ha pasado la Diócesis de Almería en el con-
siderable espacio de un siglo, han sido causas poderosas,
para que perseguida y huérfana la Iglesia haya quedado r e -
ducido el culto de "Nuestra Señora del Saliente á la pobre,
aunque fervorosa iniciativa, de un territorio pobrisimo y
vejado, con cargas superiores á sus estenuadas y casi estin-
guidas fuerzas. Lo verdaderamente estraño es que se haya
conservado al menos el amor tradicional que en aquellos re-
ligiosos pueblos se profesó siempre á la Madre de la Miseri-
cordia y la Bondad. Este no se ha estiuguido nunca, y sin
duda para recompensar este celo, tan grande al menos como
el que en otro tiempo se empleara para conservar el fuego
santo de los antiguos sacrificios, ha querido Dios que resu-
cite en toda su pujanza en nuestros dias, dando una prueba
de la omnipotente fuerza de su brazo en favor de la que dijo
en. los montes de Judea: «Bienaventurada han de llamarme
todas las generaciones.» (1) Dios ha querido recompensarJa
(1) Lúe. cap, 1." ver. 48.
43. —43—
humildad dé la Virgen Inmaculada haciendo que las ala-
banzas de los pueblos creyentes de la tierra se junten con
las que tan amorosamente le tributan los Angeles del cielo,
y á pesar del negro torbellino de la impiedad, que brama
siempre que la fé despierta, á pesar de los rugidos del filo-
sofismo que amenaza devorar la ciencia divina en nombre
de la ciencia humana, á pesar de los inconvenientes que
suscita y de los obstáculos que levanta contra toda obra
buena el genio fatídico del mal, sin embargo de la contra-
dicción y de la lucha, contra la apatía y la indiferencia, sin
temor á la burla y al sarcasmo, saltando por encima del in-
sulto descarado y de los juicios descreídos, el culto y la de-
voción á la Virgen del Saliente ha alcanzado un triunfo tan
completo, una victoria tan memorable en estos dias de prue-
ba y apagamiento de ideas y prácticas religiosas, que acaso
nadie esperaba, y del que por desgracia hay pocos ejemplos
en la historia de nuestra patria. Nosotros que lo hemos vis-
to, no es estraño que juzguemos que la fé, aún obra prodi-
gios, y que la devoción á María, puede aún salvar á los
pueblos.
44. —44-
CAPITULO V I L
No tenemos dificultad ninguna en creer, que aunque
hay mucha diferencia, no hay sin embargo mucha distan-
cia entre lo ridiculo y lo sublime: la dificultad entre cosas
tan opuestas está en fijar la apreciación, ó en tener crite-
rio fijo entre cosas tan diferentes. Los espíritus despreocu-
pados hubieran creido ridicula la aparición de la Virgen
como la hubiera relatado Lázaro de Martos, ó como la h e -
mos referido nosotros apoyados en la tradición y en las
creencias de ciento setenta y nueve años, al par que reputan
sublime la descabellada teoría del endiosamiento del hom-
bre apoyados en las lucubraciones racionalistas. Los hechos
sin embargo demuestran y la ciencia con su irresistible l ó -
gica acredita que lo que generalmente se tiene por ridículo
es sublime, y que la sublimidad de ciertas utopías dejene-
ra por necesidad en la mas estraña ridiculez. La verdad, á
pesar de tpdp, se abre paso á través de las mentiras y
errores, sabiendo qiieha pie vencerles mas pronto ó mas tar-
de. Mas el error es tan descarado como mentiroso, y como
ú nunca hubiera ^e aprender, derrotado una y mil veces
vuelve de nuevo á la palestra. Lo que hubiera sucedido á
Lázaro de Martos ha sucedido de hecho con vm documento
notable, que venia á poner el sello á la magnífica y sor-
prendente maravilla del Saliente. Pero el error no sabia que
45. —45—
como entonces qnedó vencido, ibaá qnedar ahora pulveri-.
zado. El documento á que nos referimos es la carta pastoral
en que nuestro Excmo. Prelado, hablando de la peregrina-
ción á'la Ciudad eterna, y á Nuestra Señora deMonteagud,
invitaba á sus 'diocesanos para la peregrinación al Salien-
te. La pureza de su doctrina y la saludable enseñanza que
contiene esta tierna y cariñosa exhortación nos mueve á
trascribirla casi en su totalidad por ser de interés actual y
porque en ella se espresa un modo seguro de conjurar los
peligros que amagan á la sociedad, al individuo y á la fa-
milia.
«Hay un sentimiento general, dice el docto Prelado, que
»no esceptua clase y condición de personas; de todas partes
»se levanta un grito lastimero, demostrando los sufrimientos
vde la humanidad; podriamos decir que el mundo está en
»agonia continua; padece y llora, sin poder encontrar en lo
»humano lenitivo á su dolor..
y)Estamos mal dicen todos, y. al decirlo, levanta elhom-
»bre pensador su vista por todo el mundo; y al ver la agita-
»cion en que sg encuentran las naciones, al considerar que
»no hay mas ley ni justicia, entre ellas, que la ley de la
»fuerza; y al contemplar el desbordamiento de las pasiones
»que todo lo atrepellan, hasta lo mas santo y justo; al ver
»la Iglesia de Dios perseguida y humillada y al Vicario de
»Jesucristo el Romano Pontífice León XIII, en la triste é
»igual condición de prisionero que su glorioso predecesor el
»gran Pió IX, y al reflexionar que el representante del d e -
»recho y de la verdad es desatendido por los Gobiernos, por
»mas que se llamen católicos, y que habla y enseña, y sus
»palabras no hacen eco en los oidos de la mayor parte de
46. —46—
»los hombres; y por último, al considerar tanta calan^dad,
»tantamiseria, tanto desastre; hambre, sequía, énfermeda-
»des no podémosmenos de ésclamar inmhien: estamos
»mal; nos rodea por todas partes el mal físico, el mal moral,
»el malsdcial. No, no hay verdad, no hay vida, no hay sa-
»lud en el mundo; porque se quiere saber haciendo abstrac-
»cion de Dios, verdad sustancial, se quiere vivir sin amor
»de Dios y con solo amor carnal; se quiere la salud con solo
»las fuerzas humanas, apartándose de la Iglesia católica; y
»todo esto es imposible; porque ciencia sin Dios es error:
y)£!ffO siim.... ventas. (1) Vida sin amor de Dios es muerte:
»^¿a' non diligü, manet in morte. (2) Salud sin la Iglesia es
»mortal enfermedad: Extra Ecchsiam catJiolicam nuUcí da-
y>tuT salas.
y)Estamos mal, A. H. é H. carísimos. Nos también, aun-
»que con sumo dolor, lo confesamos y lo publicamos, para
»que todos lo sepáis y pongamos el remedio que en nues-
»tra mano esté.
y)Dies enini malí sunt. Los tiempos son malos. No i m -
»porta que algunos olvidáiidose de la miseria de los demás,
»y sólo mirando sus tesoros amasados con el sudor del pobre
»y amontonados por la usura, al reseñar Nos tantas calami-
»dades y llorar las con amargura, diga que somos un vi-
»sionario. No es estraño, la impiedad siempre es la misma.
»Los Obispos desempeñan en la Iglesia, el oficio que los
^>Profetas desempeñaban en la Sinagoga; Jeremías lloraba
»sobre Jenisalen, anunciando al pueblo los males que sobre
»él vendrían, y le amonestaba á que se convirtiera. Enton-
1) Joann XIV.—6.
2) 1.'Joaun. 111.-14.
47. —47—
»ces también hubo quien se burló del Profeta, teniéndole
»por un visionario; pero sus vaticinios se cumplieron, y Je-
»rusalen fué destruida, y el pueblo todo quedó cautivo en
»Babilonia.
»Y si de los males estemos, que á nuestra vista apare-
»cen, pasamos á los internos, es decir, si de las miserias
»delcuerpo pasamos á las del alma... ¡Cuantas maldades...
»cuantos crímenes... cuantos vicios... cuantos pecados 1 En-
»tonces sí, entonces con mucha mas verdad podríamos decir
restamos mal, porque si la desdicha que afecta al cuerpo es
»muchas veces un bien, con relación al órdeft establecido
»por la Providencia, la que pertenece al alma, que eselpe-
»cado, es un mal absokito; un mal que carece completa-
»mente de todo bien; es la oposición perfecta á Dios: por lo
»tanto, el único mal del mundo; porque nos priva de la gra-
»cia, sin la cual no puede haber verdadero bien.
»Es verdad que la Iglesia siempre vive y vivirá hasta
»la consumación de los siglos; con aquella vida interior pro-
»ducto de la gracia santificante; es verdad que hay perso-
»nas virtuosas, justas, santas,.que unidas con Cristo Jesús
»forman como el alma de la Iglesia Católica; pero son por
»desgracia pocas en número con relación á las que viven
»olvidad as de Dios y de su santa ley; de aquellas que de
»cristianas tienen solamente el nombre; de aquellas que las
»leyes de la Iglesia no solo no las cumplen sino que las mi-
»ran con desprecio; de aquellas para las cuales los Sacra-
»mentos son cosas inútiles; de aquellas en fin, que con tanto
»ofender á Dios tienen su conciencia como cauterizada, y no
»sintiendo sus remordimientos se creen libres de todo pecado.
»Y no lo dudéis, A. H. é H, carísimos, todos los males
48. —48—
»del mundo, no reconocen otra causa que los pecados délos
»hombres. La secularización y desmoralización ^le la ense-
Ȗanza produceesamultitud de racionalistas que, procla-
»mando independientes la razón y la conciencia, incurren
»en toda clase de contradicciones y absurdos; y el número
»de estos es infinito, porque como dice el Espíritu Santo:
y/Stultonim inflnitus est numerus. (1)
»La tolerancia y libertad de cultos aumentan el indiíe-
»rentismo, y de aquí esa desdichada multitud de seres, que
»no profesan religión ninguna ó negándolas todas, se entre-
»gan al ma« completo ecepticismo.
»E1 no tener la Iglesia protección, y aquella libertad
»que reclama su naturaleza, es causa de que se multipli-
»quen los adulterios, los homicidios, los raptos, los suici-
»dios, y toda esa multitud de crímenes, cuya sola enume-
»racion espanta y ruboriza á toda persona honrada.
»De aquí los ultrages que se infieren al Señor, blasfe-
»mando su santo nombre, la profanación de los dias festi-
»vos, el poco respeto á los sacerdotes, el alejamiento de los
»sacramentos, el olvido de k s prácticas religiosas y la i n -
»diferencia en fin de la mayor parte de los cristianos, que
>>viven como si jamás hubieran de morir.
»E1 mal, pues, es inmenso, y lo que es peor, acrece
»cada dia mas. ¡Ah! V. H. é H. C. Aflige sobremanera al
»corazon cristiano el considerar esa multitud dé pecados,
»que, como espesa y negra nube, se leA^anta cada dia y cada
»momento hacia lo alto, provocando la cólera del Omnipo-
»tente/y haciendo que el brazo misericordioso que se l e -
(1) Ecclesiastes I.-Í.5-
49. —49—
»vantaba para bendecirnos caiga sobre nosotros, armado con
»el acero de la divina justicia.
»No estrañeis, pues, que haya tanta ansiedad en los
»honibres; que la langosta consuma los campos; que las en-
»fermedades de las plantas se propaguen rápidamente, que
»el cielo se presente como de bronce, no dando ni una gota
»de agua con que poder ni aun refrigerarla lengua; que las
»enfermedades j el liambre sean el azote de los pueblos; que
»los horrores de la guerra y de las revoluciones estén siem-
»pre tronando á, nuestros oidos; que el terremoto y el hura-
>;cán y la desecha tempestad se repitan con tanta frecuen-
»cia; pero basta de lamentar las calamidades, que nos atri-
»bulan y ocupémonos de los medios que debemos emplear
»para librarnos de ellas.
II.
»¿Qué hacer pues? Qué conducta deben observar aquellos
»que se precien de verdaderos católicos? Pueden y deben
»estar indiferentes á tanto mal, á tanta calamidad? ¿He-
»nios de estar como cruzados de brazos, esperando, y solo
»esperando el remedio, sin hacer cosa alguna de nuestra
»parte, sin oponer bienes positivos y prácticos á males tan
»verdaderos y sensibles? ¿Hemos de callar cuando se habla
»tanto y tan mal? Hemos de .estar tranquilos y quietos
»cuando los malos tanto hacen y se mueven para sus per-
»versos fines? Hemos de ocultarnos sin dar testimonio p ú -
»blico y solemne de nuestra fé, cuando esta se halla tan
»combatida y perseguida por la impiedad? ¿Hemos en fin
»de avergonzarnos de ser y parecer lo que somos, esto es,
7^
50. —50—
»Católicos, Apostólicos Romanos, por temor á las sarcásti-
»cas burlas ó al que dirán?
»No, A. H. é H. carísimos, líbrenos Dios de tal apatía,
»temor y vergtienza, por que escrito está:—«Al que me
»confesare delante de los hombres le confesaré delante de
>>mi Padre, y al que se avergonzare de mi y mis palabras
»delante de los hombres, yo también me avergonzaré de él
»delante de mi Padre que está en los Cielos.» Qui conjitc-
yybitur me coram liominíbus, confitebor ct ego coram Fatre
y>meo, qvji in ccelis esf. (1)
»Que hacer piíes? Salir sin temor, y con valor cristiano,
»pelear las batallas del Señor. Combatir, por todos los nie-
»dios posibles y legales, las doctrinas y enseñanzas anti-
»católicas. Contribuir con recursos y hasta con la vida para
»qiie la enseñanza y doctrina católicas sean las únicas que
»iluminen los entendimientos de todos los Españoles, i u -
»flamando sus corazones en el santo y puro amor de Dios,
vimitar de algún modo, y con otro ñn mas santo lo que los
»hombres hacen por acrecental- sus riquezas, glorias y co-
»modidades temporales. Reúnen congresos, abren exposi-
»clones, convocan certámenes, ejecutan en fin cuanto p a -
»rece conveniente al desarrollo y progreso material, lo cual
»es muy laudable, cuando se hace para glorificar á Dios,
»que, siempre bondadoso, enriquece con sus divinas luces
»la débil inteligencia humana.
»Pues si esto hacen los hombres por los intereses del
»mundo, ¿qué deberán hacer los católicos por los intereses
(1) Matli. X.--32.
51. —51—
»del cielo? Repetir lo que siempre lian heclio en circuns-
>>tancias análogas á las presentes.
»Recorcrad los últimos años de la vida del Gran Pontí-
»fice PÍO IX. Las naciones y los Gobiernos lo dejan solo en
»manos de la revolución, que le arrebata sus estados, y,
»orgullosa con sus triunfos, penetra hasta en la misma
»Roraa, profana sacrilegamente la mansión del Vicario de
»Jesucristo y con liipócrita malicia le deja encerrado en el
»Vaticano, y cuando se encuentra prisionero, abandonado
»y pobre, es cuando los verdaderos católicos aumentan el
»fervor de sus plegarias, allegan recursos, organizan pere-
»grinaciones para orar, socorrer y consolar á aquel que á
»su vez socorre, consuela y ora por todos los perseguidos y
«también por los perseguidores.
»Y estas peregrinaciones fueron multiplicándose, y la
»fé se rebusteció y la impiedad quedó confundida.
»Sucede al Gran Pío IX el valeroso León X l l l y su si-
»tuacion es la misma que la de su antecesor. Por eso los
»católicos, inspirados de los mismos sentimientos, quieren
»dar otra batalla santa con iina nueva peregrinación á Ronia,
»para conseguir otra admirable victoria.
«Sufrirán contrariedades, serán acaso el escarnio de m u -
»chos; ¿pero qué importa? H(ec cst TÍcloria (¡umvmcitmun-
iulmn, fides nosira. Esta es la victoria que vence al mundo,
«nuestra fé. (1)
»A Roma, pues, católicos Almericnses, á Roma, íi dar
«testimonio de nuestra fé, piedad y adhesión á la Cátedra
»de Pedro. Allí daréis satisfacción á Dios, por los pecados
(1) l.Moann. V.—4.
52. —52—
«propios y ágenos; allí rogareis al Principe de los Apósto-
»les para que venga pronto el triunfo déla Iglesia; que es el
«triunfo de la verdad contra el error, del bien contra el mal.
»A Roma, para que el mundo sepa que en España hay
«todavia corazones como los de Teresa de Jesús é Ignacio
»de Loyola capaces de dar su sangre liasta por una ceremo-
y>nia de la Iglesia Romana.
»A Roma quien pueda disponer de medios para ello; y
»no tema los obstáculos que el infierno presentará, para im-
«pedir tan santa peregrinación. Porque escrito está. Omnes
y>qui pie Tolmit vivere in CJiristo Jesu fersecutionem patien—
y>twi (1) Todos los que quieran vivir piadosamente en Cris-
»to Jesús padecerán persecución.
III.
«Empero no se nos oculta A. H. é H. carísimos, la difi-
«cultad que muchos y la mayor x^arte de todos vosotros ten-
«dreis para realizar tal peregrinación, ya por escasez de re-
«cursos, ya por imposibilidad física.
«Pero ¿porque no podáis ir á Roma, tenéis que estar pa-
«cíficos en vuestras casas, sin dar una ¡demostración solem-
»ne, de que deseáis aplacar la ira de Dios, por los pecados
«de los hombres, y al propio tiempo publicar vuestra féá la
«faz del mundo?
«¿Porque no podáis ir á Roma, habéis de permanecer
•indiferentes y no cooperar con Nos á q u e los Católicos de
(1) II ád Timot. III.—12.
53. —53—
»la Diócesis de Almería, se unan, se congreguen y formen
«también peregrinaciones?
»No por cierto; obligación es de los católicos en los
»tiempos presentes hacer todo lo posible á fin de que el bien
»sea conocido, mostrándose á la faz del mundo fuertes con
»la protección del cielo y tranquilos por el triunfo definiti-
»Y0 de la santa causa de la Iglesia que defienden. Porque
»no lo dudéis, cuanto acrece el valor de los buenos, amen-
»gua k osadía de los malos. Valor, pues, que Dios siempre
»está de parte nuestra. Bominus iUuminatio mea et salus
»mea ¿quem tímelo? (1) Siendo el Señor nuestra luz y nues-
»tra salud, ¿á quién temeremos?
»Las peregrinaciones son en esta época de grande utili-
»dad; ellas reaniman el espíritu apocado y fortalecen el ánimo
»abatido. El que lleva á cabo una peregrinación vuelve de
»ella con la fé mas firme, con la esperanza mas arraigada y
»con la caridad mas ardiente.
»Las peregrinaciones son sin duda alguna actos de p e -
vnitencia; ellas llevan en sí sufrimientos, penalidades, que
»ofrecidas á Dios,^sirven de satisfacción por los pecados, y
»atendido el mal general necesita el mundo de personas que
»satisfagan por sí y por los demás, para aplacar la ira de
»Dios. Y escrito está: Si jwiiitentiam non egeritis omnes si-
y>militer peribitis. (2) Si no hiciereis penitencia todos igual-
»mente pereceréis.
»En las peregrinaciones se ora, y la oración es muy ne-
»cesaria cuando las necesidades son tantas; por ella se a l -
(1) Psm. XXVI.-l.
2 Luc. XIII.-5.
( : iíath. YII.-7.
^5
54. -^54—
»canza de Dios cuanto en este mundo necesitamos; y tene-
»mos necesidad de gracias, de virtudes, de amor de Dios y
»todo lo conveniente á la vida temporal. Petiteet accipietís,
^>piiAscite et aparktur vohis, qumrite et inmnütis: (3) Pedid y
»recibireis, llamad y se os abrirá, buscad y encontrareis.
»En las peregrinaciones se dan y se reciben ejemplos
»públicos de fé, de piedad y de entusiasmo religioso, que
>>al débil animan y que confirman al fuerte. Y lo que mas
»necesita la sociedad actual, para dedicarse á la práctica del
»bien, es de levantados y públicos ejemplos.
»Observad quienes son los que reprueban las peregrina-
»ciones, quienes los que critican á los peregrinos. No, no
»son los católicos sinceros y piadosos, que en el dia de la
»prueba están dispuestos á dar su sangre por la fé, son, sí,
»esos católicos á medias, que en su interior dicen ser ver-
»daderos cristianos; pero que no quieren demostrarlo en su
»exterior; son aquellos que profesan una religión acomoda-
»ticia, son aquellos que dicen que sin tanto aparato y e x -
»terioridades también se puede servir á Dios. Son, en fin,
»aquellos que todo lo encuentran malo menos sus obras, que
»de todo murmuran y de todo hablan, fariseos liipócritas,
»lobos con piel de oveja; sepulcros blanqueados, hombres
»sin creencias, satélites del enemigo infernal. Bien podéis
»estar seguros que cuando ellos anatematizan las peregri-
»naciones es porque son laudables y fructuosas, y por eso
»merecen las alabanzas de los buenos y las sátiras de los
vmales.
IV.
»Ahora bien, si las peregrinaciones son uno de los me-
55. —55—
»dios mas eficaces para cooperar á la publicación de la doc-
»trina católica, que es la única que encierra el verdadero
»bien, ¿á dónde dirijirán la suya los fieles de Almería? ¿Cual
»será, el centró á dónde lian de confluir todos los pensa-
»mientos y todos los afectos del corazón? ¿Qué nombre han
»de pronunciar nuestros labios cuando para dicho fin nos
» congregamos?
»¡Ali! el nombre está ya grabado en vuestros corazones,
»desde cuando erais niños. Es el nombre que sintetiza toda
»la gloria del cielo y toda la vida, salud y g'racia en la
»tierra. Es el dulcísimo nombre de Maria Madre de Dios
»y Madre nuestra. ¡Gloria y bendición á Dios, que nos ha
»dado tan gran Madre, y gloria y bendición á, Maria, que
»tanta gloria se ha merecido de Dios!
»¿A quién mejor que á Maria podemos y debemos acu-
»dir en estos dias en que la Iglesia está oprimida, habiendo
»sido siempre la Inmaculada Virgen el martillo de todas
:^las heregías? Tu, sola haerceses inieremisíi m universo
)>mundo. (1)
»¿A quién mejor que á Maria, aeudiremos en estos dias
»de aflicción y conmoción general, siendo ella el consuelo
»de los aflijidos y el arca de salvación para el género h u -
»mano? Consolatrix ajlicctorum. (2)
»¿A quién mejor que á Maria podemos y debemos r e -
»currir en estos dias en que el mal y el pecado tanto se han
»generalizado, siendo ella el refugio de todos los pecadores,
»refn,gi'imi•pecccdorum.(3)
(1) Offi. B. M. V.
(2) L. Lauret.
(ü) Ibid.
56. —56—
»Sí, vayamos (i Maria, ella nos llama con las palabras
»de los Proverbios. «Venid á mí, nos dice, todos los que me
»deseais Venite ad me omnes qui concupiscitis me. (1)
»Venid 4 mi; porque en mí se halla toda la gracia del ca-
»mino y de la vida, toda la esperanza de vida y de virtud.
»Venid á, mí, pues el que me bailare encontrará la vida
»y alcanzará salud del Señor. (2) Qid me inmmrit, inveniet
yytitam et hauriet salutem á Domino.
»Venid á mí pues; los que me honran alcanzarán la
»vida eterna.
»¿Necesitamos de consejo para dirijir á los demás, de
«prudencia para gobernarlos, de fortaleza para sufrirlos?
»Pues el consejo, la prudencia y. la fortaleza son de Maria.
))3Ieum est cons'ilmm, meaestfrudentia., mea est fortitudo. (3)
«Tenemos necesidad de riquezas espirituales y tempora-
»les, de gloria temporal y eterna, de justicia divina y h u ^
«mana? Pues en María y con Maria están las riquezas, la
«gloria y la justicia. (4)
»¿Se hallan nuestros entendimientos sin aquella luz que
«nos haga conocer y saber cuanto importa nuestra sal-
«vacion? Pues la luz de los Patriarcas, la inspiración de
«los Profetas, la ciencia de los Apóstoles, la sabiduría de
))los Doctores, era por Maria. Per tePro'plietmincFnuntianmt;
y>^er te ApostoK salutem gentihusprcedicarunt. (iS. Cirilo de
nAlejand.) Todavía mas; la Iglesia no solo la llama estrella
(1) Eccl. XXIV.-2G.
(2) Prov. VIII.-35.
(3) Prov. VIII.-14.
(4) Prov. Vm.-18.
57. —57—
»por los resplandores de su ciencia y virtudes, sino que la
»invoca con el título de trono de la sahiduría, sedes sequen—
»ti(£ (1) y la considera como sol que con sus rayos la aluin-
»l)ra y vivifica.
»¿Observamos que nuestro corazón se halla frió, por no
»tener aquel amor de Dios_, qu& como fuego sagrado debiera
«consumir y abrasar nuestra alma; y que al propio tiempo,
»no está radicado en el santo temor y en ¡la consoladora es-
»peranza? Pues Maria Santísima es la Madre del puro amor,
vdel temor y de la Santa esperanza. E(jo mater jpulclirce di-
>)kc.iion¡s el Umoris et sanctce spet. (2)
»Vemos los campos agotados y secos, por carecer de la
>ybenéfica lluvia? Pues Maria Santísima es la nnbeciUa que
»vió el profeta Elias, la cual estendiéndose por todo el h o -
)a'izonte después de largos años de sequía, fertilizó la tierra
y>y la hizo producir abundantes frutos.
»Vayamos, pues, á Maria. Ella es omnipotente por g r a -
»cia, así como Dios lo es por naturaleza.
»Imploremos su protección en todas nuestras necesida-
»des, porque jamás se ha oido decir que quien ha acudido
»á Maria haya vi^o desechada su petición.
»Nada, pues, mas justo, mas conforme á razón que la pe-
»regrinacion que á Montagud y al Saliente intentamos lle-
»var á cabo en honor de la Augusta Madre de Dios.
»Sí, A. H. é H. carísimos: la excelsa Reina de los An-
»geles, se complace en derramar las gracias que Dios, todo
»amor, ha depositado en sus manos, en ciertos y determi-
»nados lugares, en ciertos y detarminados santuarios.
(1) L. lauret.
(2) Eccli. XXIV.
58. —58—
»Leed la liistória del Cristianismo, y veréis que las Ba-
»silicas en las grandes ciudades, los templos y altares en
»todos los pueblos, y las blancas ermitas que en las cum-
»bres y en las cuevas de las montañas por doquiera se d i -
»visan erigidas en lionor de Maria, son un testimonio elo-
»ciiente de esta gran verdad.
»Recorred la España, que es la posesión de Maria, y ob-
»servareis que en las riberas del Ebro se levanta un monu-
»mento, un pilar bendito, desgastado por los ósculos de los
»peregrinos que lian tenido la diclia de postrarse ante esta
»gloriosa columna de nuestra fé, que sirve de pedestal á la
»excelsa Reina de los cielos, joya de los aragoneses que la
»aclaman con el título de la Virgen del Pilar.
»Penetrad en la noble provincia Asturiana, y en el fon-
»do de la histórica cneva donde empezó la inmortal epope-
»ya de la Reconquista, venerareis á la Virgen de Cova-
»donga.
»Pasad á Cataluña, subid el pintoresco Monserrat, j
»alli veréis una perla preciosa, una imagen de Maria que
»es el encanto de los catalanes.
»Descended ú las floridas márgenes del Turia, penetrad
»en el recinto que santificaron Vicente Ferrer, Luis Beltran
»y tantos otros santos, y allí encontrareis á la que forma
»la dicha, el honor y el consuelo de Valencia, la Virgen de
»los Desamparados.
»La Virgen de la Antigua en Sevilla, de las Angustias
»en Granada, de Guadalupe en Estremadura, do la Almu-
»dena y Atocha en Madrid y otras en varias partes, son una
>>demostración de que cuantas glorias tenemos los Españo-
>;les las hemo^ obtenido por medio de Maria,
59. —59—
»Tampoco nos faltan á los Almerienses santuarios é i n -
>n'ooaciones en lionor de María, que Dios nos ha deparado,
>;que los sig-los han respetado y que los hombres siempre
»han venerado.
»La Virgen Santísima del Mar, cuya imagen arribada
»maravillosamente á las playas de Almería, dio á conocer
>;su presencia por multitud de prodigios, será siempre un
•>) monumento imperecedero déla piedad y devoción de nues-
>/tros antepasados hacia Maria, y del amor y protección de
>.da Señora hacia nosotros.
»Empero si recorremos con nuestro pensamiento los san-
»tuarios augustos que esta Nuestra amada Diócesis contiene,
^>y donde los fieles todos acudeii presurosos anualmente á
;/dar gracias á Dios por los beneficios recibidos, no pode-
»mos menos de contar entre ellos al de Sta. Maria de la
>;Cabeza en Montagud, y al de Ntra. Sra. de los Desampa-
>;rados del Saliente.
»Alli, pues, á estos santuarios es d donde ahora os invi-
»tamos á acudir en peregrinación devota, especialmente á
»los pueblos del rio Almanzora, como en Marzo invitamos
»á los del rio Andaráx, en la memorable peregrinación de
»S. Indalecio, donde ya os anunciamos la presente, que
»tampoco. Dios mediante, será la última. Allí han de dirigir-
»íie nuestros pasos, para dar este testimonio público de nues-
»tra fé y religiosidad.
»Allí, en el Santuario de Santa Maria de la Cabeza de
»Montagud, es en donde hemos de rogar por la Cabeza V i -
»sible de la Iglesia, el Papa León XIII; por todos los que
»gobiernan los Estados, á fin de que conozcan que cuanto,
60. —60—
»mas protejan á la Iglesia tanto más ellos consolidan su
»fuerza y el bienestar de los pueblos.
»Allí, en el Santuario de la Virgen del Saliente, es á
»donde hemos de postrarnos para pedir á la Madre de los
Desamparados, que ampare á la Iglesia, á España, á todos
»vosotros y socorra nuestras necesidades espirituales y tem-
»porales.
»Allí, en estos Santuarios, es en donde Nos, con todos
»Yosotros, A. H. é H. C , hemos de levantar las manos al
»cielo, pidiendo por la intercesión poderosísima de Maria,
»nos conceda el Señor las gracias que deseamos, y nos libre
»de todo mal de alma y cuerpo.
"»Vayamos, pues, á Maria. No deje alguno de formar
»parte en esta peregrinación. Todos cuantos puedan únan-
»se áNos; para que congregados todos en el monte del Se-
Ȗor podamos conseguir sus infinitas misericordias. Vengan
»todos. Autoridades y subditos, ricos y pobres; porque t o -
»dos merezcan oir de los labios de Maria:—El que me h a -
»llare hallará la vida, y alcanzará la salud del Señor. Qui
»we inmmrit inmniet vitam et liauriet salutem á Domwo.
»Y á fin de que esta peregrinación á los referidos San-
»tuarios obtenga un resultado muy laudable y que se haga
»con el mayor brden posible, daremos las oportunas dispo-
»siciones.
»Mas antes de concluir, y puesto que 'estas peregrina-
»ciones parciales deben unirse en espíritu á la grandiosa
»peregrinacion nacional, que irá en Octubre próximo á
»E,oma, al sepulcro de los Apóstoles, no dudamos en excitar
»de nuevo el celo de los R. R. Curas párrocos y Coadjuto-
»res de anejos, para que procuren con empeño en recolec-
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»tar entre sus feligreses en la medida que permita la penu-
»ria del país, limosnas para ofrecer al Padre común de todos
»los fieles nuestro óbolo, que le muestre el amor y solicitud
»filial que le profesan los católicos almerienses, cumpliendo
»con este socorro un gran deber que nos impone la situación
»precaria del Pontificado en nuestros dias, repitiéndoles
»aquella feliz espresion, el que dá al Papa presta á Dios.
»Una Yez recogido el donativo de los fieles á Su Santi-
»dad, se enviará directamente á la Secretaría de Cámara,
»procurando sea antes de primero de Octubre próximo.
vAliora en orden á la peregrinación tanto al Santuario
»de Montagud, como al del Saliente, venimos en disponer
»lo siguiente:
»Tendrá lugar la do Ntra. Sra. déla Cabeza en Monta-
»gud, en el dia 15 de Setiembre próximo, fiesta del Dulce
»Nombre de María.
»La de la A^irgen de los Desamparadas en el Saliente,
»el Domingo 29 del propio mes de Setiembre.
>;En aml)as encargamos sobre manera presídala mas só-
»lida piedad, pues tratándose de un acto profundamente re-
»ligioso, es menester que todo él respire edificante piedad
»y santificación.
»En esta conformidad es Nuestro deseo, que los Párro-
»cos de los pixeblos que lian de tomar parte en estas pere-
»grinaciones, procuren reunir á los fieles en los tres dias
^>inmediatos á ellas á la llora más cómoda, para prepararse
»por medio de ejercicios espirituales, como el rosario y m e -
»ditacion, inciücándoles los sentimientos que deben acom-
»pauarles al visitar los referidos Santuarios, exhortándoles á
»las buenas obras y á llorar sus culpas en el tribunal de la
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«penitencia. En dichos dias podrán comnlgaren sus parro-
»quias, sin perjuicio de asistir luego á la Comunión gene-
»ral. •
»En cuanto á la peregrinación á Nuestra Señora del
»Saliente, los puntos de reunión serán: para los pueblos del
»AJCiprestazgo de Albox, Santa Bárbara de Albox; diri-
»giéndose allí, Albox, Arboleas, Cantoria, Partaloa y Ta-
»berno, para estar reunidos á las siete de la mañana del 29
»de Setiembre que es el dia señalado.
»Oria con sus anejos, y Chirivel con los suyos, se r e u -
»nirán en los Cerricos de Oria, donde deberán estar t a m -
»bien á las siete de la misma.
»Los que vayan de Velez-Rubio y Cullar podrán agre-
»garse á los de Cliirivel.
»Como las distancias son largas y la peregrinación
»D. M. será numerosa, la misa se dirá á camj)o raso en una
»tienda de campaña, y allí podrán recibir la sagrada co-
»munion.
»Estas son, A. H. é H. C , las disposiciones que creemos
«deben tenerse presentes para el mejor éxito de estas pere-
«grinaciones: pidamos á Dios que confirme desde el Cielo
«nuestros buenos propósitos, expresados en esta exhorta-
»cion. Y en prueba de nuestro paternal amor liácia voso-
wtros. Os damos la bendición en el nombre del t Padre y
»del Hijo t y del f Espíritu Santo.»
La mejor apología, que pudiéramos hacer de este docu-
mento notable, es la lionda impresión que produjo en el áni-
mo de los católicos Almerienses, y lo mal que fué recibida
por los que juzgaron infructuoso xm llamamiento, que no
dudaron en calificar de ridículo. Pero el tiempo y los h e -
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clios se encargaron de demostrar qtie no siempre son exac-
tos los juicios de los hombres, y la peregrinación al Salien-
te lia demostrado liasta la evidencia que ha sido uno de los
actos mas sublimes de que Dios se ha valido para humillar
el desmedido orgullo de la impiedad, y para hacer salir de
su letargo á los pueblos dormidos con el mortífero sueño de
la indiferencia.
'^^^GtD^
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CxiPITüLO V I I I .
Si los numerosos y magníficos detalles que precedieron,
acompañaron j subsiguieron á la notable Peregrinación de
que nos ocupamos, hubieran de mencionarse con alguna de-
tención, escederiamos los límites á que liemos propuesto ce-
ñirnos en un trabajo que no tiene mas objeto, que guardar
á la posteridad un breve resumen de las glorias con que la
Virgen del Saliente lia querido inmortalizar su nombre
en 1878.
Testigos presenciales del hecho memorable que referi-
mos, nos contentamos hoy con repetir lo que escribimos en-
tonces, sin correjir siquiera la forma, en que desde aquellos
sitios, santificados por la Inmaculada Virgen, escribíamos
á nuestros amigos de la Capital las cartas que ellos publi-
caron y que para completar estos ligeros apuntes, volvemos
á reproducir á los que vieron y oyeron lo que nosotros v i -
mos y oimos para que los que ni vieron ni oyeron sepan que
nuestro testimonio es verdadero y que no tiene otro objeto
que publicar las glorias y grandezas de la Madre de Dios
para que sea conocida en sus obras y alabada en sus bon-
dades,
CAJRTA. 1/
Albox 28 de Setiembre de 1878.
Sr. Director de EL DIARIO DE ALMERÍA.
Muy Sr. mío: La peregrinación al Saliente se inaugura